viernes, 2 de octubre de 2009

41 Años de Impunidad: 2 de Octubre NO SE OLVIDA

El objetivo de este texto es llanamente notificar a todo aquel que lea estas líneas lo que hace cuatro décadas sucedió, no intenta enderezar algo que de raíz ha nacido chueco, si no llegar a sus conciencias y ustedes mismos formen su propia opinión. No es un escrito subversivo ni intransigente, solamente es un sincero homenaje a una generación condenada al olvido en las peliagudas escabrosidades de la impunidad.
Pocos sucesos en la historia del país, han generado tanta polémica como los ocurridos el 2 de octubre de 1968 en la”Plaza De Las Tres Culturas” de la Ciudad de México. A 41 años de lo ocurrido, algunas incógnitas aún persisten. Los acontecimientos del 2 de octubre no han podido ser explicados verazmente. El gobierno permaneció en silencio ante un hecho que dejó un número indeterminado de muertos y heridos, y que además fracturó gravemente la confianza en los derechos de libre expresión y agrupación de estudiantes y trabajadores.
En México se vivía además una presión extraordinaria, porque el país estaba comprometido como sede de los Juegos Olímpicos de 1968. Era sumamente importante sostener una imagen de estabilidad en el medio internacional; y por el contrario, una suerte de ingobernabilidad se vislumbraba en las calles de la capital. El 2 de octubre, como se ha dicho a lo largo de tantos años, no se olvida en la sociedad mexicana.
El 2 de Octubre se convoca un mitin en la Plaza de las Tres Culturas. Lo que reclaman los estudiantes es democracia: la derogación de un artículo del Código Penal, el llamado “delito de opinión”, la libertad de varios presos políticos, la destitución del jefe de la policía y el diálogo público entre el Gobierno y los estudiantes. Ya habían sufrido la represión, las detenciones y denunciaban la existencia de secuestrados y desaparecidos. En Tlatelolco había unos 10 mil soldados, decenas de francotiradores apostados en las azoteas de los edificios contiguos a la Plaza de las Tres Culturas –190 fueron detenidos tras una primera balacera. Cada grupo tenía instrucciones precisas y distintas para aquel día. Los militares debían impedir que los concurrentes salieran de la plaza; el Batallón Olimpia (de civil) debía detener a los líderes estudiantiles; el Equipo Zorro (paramilitares), disparar contra la multitud y el ejército para obligarlo a actuar. El operativo salió mal, ya que cayó herido el General que mandaba las tropas de elite, lo que desató una violentísima reacción. Algunos estudiantes armados (no autorizados por la dirección de huelga) completaron la tragedia. Los diferentes gobiernos han mantenido la tesis oficial de que fueron los estudiantes quienes iniciaron los tiroteos con francotiradores colocados en los edificios de la plaza. Esa versión fue rebatida por muchos de los protagonistas e investigadores, los testimonios hablaban de lo contrario: de agentes provocadores infiltrados, de gente vestida de civil con guante blanco en la mano izquierda que iniciaron el fuego indiscriminado.
Hasta ahora no se sabe exactamente la cifra de las víctimas asesinadas en Tlatelolco: de 20 a 32 fallecidos según el parte oficial, 325 según una cuidadosa investigación del periódico inglés “Manchester Guardian” y de 500 a 800 según algunos defensores de los derechos humanos y testigos presenciales. Sin embargo, de alguna manera, la estimación se ha establecido en 300 fallecidos. Pero además hubo 6.000 detenidos, 2.000 de los cuales fueron encarcelados, algunos de ellos durante varios años, sin juicio, o con procesos amañados y sin garantía alguna de defensa. El gobierno justificó sus actos acusando al movimiento estudiantil de terrorista, de ser parte de una conspiración “comunista” promovida por agentes internacionales que atentaban en contra de la seguridad de la República. A escasos diez días después de la masacre se inauguraron las olimpiadas en una atmósfera de brutal hipocresía. Llenas de murales proclamaban en una docena de idiomas y colores: “todo se puede con paz” y los XIX Juegos Olímpicos, fueron bautizados irónicamente como “La Olimpiada de la Paz”.
Los autores intelectuales más señalados son el ex presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz; su secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez; los mandos militares de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y el Estado Mayor Presindecial, así como diversos altos funcionarios de la Policía y del entonces Departamento del Distrito Federal. Ninguno de los responsables materiales e intelectuales ha sido castigado por ese delito de lesa humanidad, por lo que a 41 años priva la impunidad.
Los medios de comunicación jugaron un papel sin pudor de aplaudidores del Estado contribuyendo así a la impunidad. Se impusieron la autocensura (cáncer que hasta estos días perdura) pues debía lograrse un rápido olvido. El Comité Olímpico Internacional colaboró, ignorando el hecho. Todo debía parecer normal: “Aquí no ha pasado nada”. Los Estados Unidos siguieron una política de silencio y la Unión Soviética publicó una tibia condena, al igual que Cuba. Los medios podrán decir que no tenían de otra; quizá. Pero que digan, entonces, “mentimos porque no teníamos de otra”. Pero no lo harán porque, en el fondo, los medios —como todos los responsables— le apuestan primero al olvido y después a la justicia.
A pesar de que algunos han sido juzgados, los esfuerzos por deslindar responsabilidades a alto nivel y por hacer justicia han estado empapados de negligencia e incompetencia voluntaria. La “Comisión de la Verdad” creada por el ex presidente Vicente Fox trabajó casi a contrasentido de la necesidad de justicia, ensuciando las investigaciones y logrando prácticamente nada en el esclarecimiento de la verdad. Y sí necesitamos verdad, sí necesitamos saber qué fue lo que pasó, quiénes fueron responsables y por qué. El pueblo mexicano no debe de olvidar esta trágica fecha.
Este texto termina con las palabras del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz en una entrevista realizada años después de haber concluido su mandato:
“...menciona centenares de muertos... desgraciadamente hubo algunos, no centenar. Tengo entendido que pasaron de 30 y no llegaron a 40, entre soldados, alborotadores y curiosos. Se dirá que es muy fácil ocultar y disminuir, pero cual plazo a cualquiera que tenga el valor en sus propias opiniones y sostenga que fueron centenares a que rinda alguna prueba aunque no sea directa y concluyente. Nos podría bastar con lo siguiente: Que nos haga una lista con los nombres. Podrán decir, como se ha dicho en otras ocasiones que se hicieron desaparecer los cadáveres y se sepultaron clandestinamente, se incineraron, eso está, no es fácil hacerlo impunemente pero es fácil hacerlo”
Efraín Patiño Estrada
Guerrero Negro, B. C. S.

1 comentario:

  1. 4:35 am.. por fin pude, tenìa que quedar hoy
    ;-) espero que les agrade!

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